
Intentaré ser breve. Wikileaks es una página Web dedicada a la publicación de informaciones anónimas y filtraciones dirigida por el austrialano Julian Assange que cuenta con casi un millar de colaboradores (periodistas, abogados, informáticos…). Los contenidos que publica abarcan el periodo comprendido entre diciembre de 1966 y febrero de 2010, aunque en su mayor parte corresponden a los dos últimos años, y recogen comentarios e informes elaborados por la diplomacia estadounidense. Esto sitúa a Estados Unidos en una posición de debilidad clara: sus opiniones sobre políticos, sus estrategias de guerra y sus intereses comerciales han salido a la luz (algunos).
Aunque es el mayor escándalo del que la Web es protagonista , los precedentes están, al menos, a la altura: en abril de este año 2010 publicó un video en el que varios soldados americanos dispararon a dos empleados de la agencia de noticias Reuters provocándoles la muerte; en julio filtró 77.000 documentos relacionados con la guerra de Afganistán y en octubre publicó 400.000 archivos sobre el conflicto de Irak. Por primera vez se constató que las autoridades norteamericanas conocían el uso sistemático de la tortura, que las víctimas en Irak se cifraban oficialmente en 109.032 muertos y que el 63% eran civiles. Cómo era de esperar, los políticos se han posicionado, en su mayoría, en contra de estas filtraciones, hasta tal punto que desde EE.UU. se ha pedido mediante una carta de los abogados de la Casa Blanca dirigida a Wikileaks que se termine con sus emisiones. Hillary Clinton, secretaria de Estado estadounidense, ha declarado que son “un ataque para la comunidad internacional” y las ha tachado de “documentos robados”; el ministro de Asuntos Exteriores Francés, Válero, las describe como “algo irresponsable que atenta contra la soberanía de los Estados” y Robert Gibbs, secretario de prensa de Obama, asegura que es “un delito grave que pone en riesgo la vida y el trabajo de muchas personas”.
Lo cierto es que , nos guste más o menos, el intercambio de estos archivos ha sido muy rápido y eficaz, ya que ha llegado a todas las partes del mundo, como se ve en el gráfico publicado en El País esta mañana.
Lo curioso es.. ¿Cómo han podido darse estas filtraciones en uno de los sistemas que se supone es de los más seguros del planeta? El culpable no está nada claro, pero se presupone que las filtraciones se producen por vía interna. La respuesta es sencilla. El sistema de comunicación que utiliza la embajada americana para comunicar unas bases con otras es el llamado SIPRNET (Secret InteRnet Protocol Reuter Network),pues bien, todos los cables (mensajes) diplomáticos filtrados fueron enviados desde SIPDIS, como se comprueba en su etiqueta, que son las siglas de Secret Intenet Protocol Dsitribution. Esto puede haberse dado debido a que el número de personas que acceden a estos documentos ha ido en aumento y esto ha desembocado en que , en la actualidad, tres millones de americanos tuvieran acceso a material clasificado como secret (la clasificación oscila, de mayor a menor , de Top secret a confidencial).
Por el momento, sólo hay un detenido, el soldado estadounidense perteneciente al departamento de inteligencia Bradley Manning, destacado en Bagdad (Irak), acusado de entregar a Wikileaks documentos secretos entre los que se encuentra el video publicado en abril que hemos nombrado anteriormente.
Para entender mejor todo este conflicto que se mantendrá vigente durante algún tiempo,(fíjense que para conseguir eco mediático el día en el que se celebran las elecciones catalanas y el día en el que se disputa el esperado Madrid-Barça…)debemos saber que los mensajes diplomáticos filtrados se denominan técnicamente cables y que tienen unos códigos para descifrarlos.

El debate que ha suscitado esta publicación de “documentos robados” es esencial en los parámetros en los que vivimos en la actualidad. Precisamente son las voces de los periodistas los que se sitúan a favor de las filtraciones como modo de aumentar la transparencia y la democracia , por ejemplo Soledad Gallego en su artículo Información transparente, secretismo de los gobiernos, y no ningún Presidente del Gobierno, Primer Ministro, o miembro de una Administración Pública. ¿Qué pasa con la clase política? ¿Por qué tanto miedo a la libertad de información y tantas barreras a la libertad de expresión?

Por: Mónica García