martes, 16 de noviembre de 2010

Discriminación vs Normalización: Pablo Pineda.

Se ha celebrado esta semana en el Palau de la música de Valencia la segunda edición del congreso Lo Que De Verdad Importa  . Francesc Camps ha inaugurado el acto y abandonado la sala antes de que terminara la primera ponencia, fundaciones como Asic, Axa o Randstat han acudido para mostrar su apoyo a los valores entre los jóvenes y en el trabajo, el vicerrector de alumnos del CEU, Rafael Fallos, nos ha invitado a ser mejores personas, un señor de traje cuyo nombre no recuerdo ha afirmado que a través de los sentimientos también podemos “enriquecernos como individuos y profesionales”… Pero no ha sido hasta que ha llegado Pablo Pineda, primer ponente, cuando ha empezado mi reflexión.

     Pablo es un licenciado en psicopedagogía. Su   particularidad se ve a simple vista: tiene los rasgos de un joven con síndrome de down. Empieza a hablar y su tono de voz revela su condición, se presenta, titubea un poco, anda pausadamente y su risa es estruendosa y pegadiza. Nos habla de su vida, de su historia, de los obstáculos y los logros del camino y nos sumerge en un mundo un poco agrio por la soledad de los compañeros que no son amigos y las sonrisas que destiñen lástima. Nos enseña una gran lección entre irónicas historietas y vivencias: “todo excepto la muerte tiene solución”, ha afirmado convencido. Nos explica como vivió su niñez, feliz y contento pues siquiera sabía a lo que se enfrentaba. Su adolescencia, sus años de universidad… Cuenta que a pesar de los comentarios en voz baja del principio, todos los compañeros le saludaban y hablaban con el, pero nunca hizo un amigo, alguien que le acompañara a casa al salir de clase, alguien que le invitara a cenar. Además, también nos explica como se sentía desaprovechado en el trabajo, pues su labor era archivar y hacer fotocopias y, literalmente, el pensaba que le podían “haber sacado más partido” . Tras ello, ha pedido la aceptación y respeto a la Ley de Independencia y por tanto, a la inserción laboral de las personas con síndrome de down. Este ha sido el punto de arranque.

     Se ha abierto el turno de preguntas, dirigido por la periodista Ana Serra, y la primera que me ha pasado por la cabeza ha sido: “Soy mujer y no estoy de acuerdo con la ley de paridad. Usted es un síndrome de down perfectamente capacitado para un trabajo, ¿le gustaría que le contratasen por qué una ley obliga a un empresario a hacerlo o por qué tiene la capacidad de desempeñar el cargo?” Lo cierto es que siempre he pensado que este tipo de regulaciones desembocan en una discriminación positiva que anula las cualidades y características de las personas, que provocan una situación de normalización ficticia que se queda en manos del poder político, que sirve de instrumento para ganar votos y disimular el verdadero problema de la discriminación: las barreras y los prejuicios sociales. Pablo nos contaba como nunca ha ejercido como profesor porque “la sociedad no quiere”, por que los padres no quieren que él sea un maestro : “¿Un síndrome de down va a cuidar a mi hijo? Ni de coña”. En la sala de conferencias he observado como la gente le aplaudía por admiración pero con un recoveco de lástima y empatía.

     Lo cierto es que la ponencia ha estado impregnada de buen humor y chistes cortos, pero era llamativo como la sala se llenaba de gritos y aplausos cada vez que Pablo utilizaba un lenguaje próximo al nuestro: ni de coña, subidón , ni zorra idea… Era como si despertara en los oyentes esa sonrisa que sólo es capaz de arrancarnos un niño cuando dice su primer “capullo” travieso , era la sensación de que todos reían por él pero no con él.

     Es aquí cuándo se plantea el debate… ¿ Es necesario que el Estado intervenga con políticas que potencian la discriminación positiva para llegar a una normalización de los hechos? Parece que sólo nombrarlo nos sitúe en una posición neoliberalista y al mando de la bandera neo darwinista de “los más fuertes y mejores adaptados ganan”, pero no se trata de eso. No se trata de que no trabajen ni las mujeres, ni los discapacitados, ni los inmigrantes… Se trata simplemente de no dividir ficticiamente la sociedad en categorías, en capacitados y no capaces. En hacer un esfuerzo social, colectivo, grupal e incluso individual para poder ver más allá de unos rasgos y unas condiciones, para creer en la superación y en la constancia, para crear un mundo más democrático. Las obligaciones impuestas desde arriba son revoluciones fallidas desde el principio, la sociedad la construyen las personas y sus creencias e ideologías. Es triste pensar que necesitamos las normas para saber que Pablo es una persona capaz, pues tiene una diplomatura en magisterio y una licenciatura en psicopedagogía, o que una mujer es tan válida para un puesto de trabajo como cualquier hombre. En la educación está la clave, y en el respeto. Como ha afirmado el ponente “ todos somos iguales y diferentes, somos ciudadanos y sujetos de derecho, personas que quieren ser útiles. Tenemos que aprender a vivir con la diferencia para aprender recíprocamente los unos de los otros”.

     Es la pescadilla que se muerde la cola, ¿ las normas influyen en el comportamiento social o sólo disimulan y desdibujan la discriminación existente? ¿Es necesaria la discriminación positiva para llegar a una normalización? ….

Por Mónica García


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