Ya no se habla ni de clases sociales ni de
lucha. Como si con la social democracia hubiera desaparecido hasta la
terminología marxista. Obreros y propietarios de los medios de producción son
dos conceptos que ya no se usan en la retórica de nuestro discurso, todavía con
secuelas de aquel miedo que sacudió el mundo contra el comunismo. Todavía con
la ilusión de que en nuestra democracia, pintamos algo. La idea de que
han aumentado las clases medias y con ello la igualdad de oportunidades,
nos ciega, porque en parte, tiene algo de razón. Sin embargo, las injusticias
persisten avaladas por la democracia, con nuestro voto y en nuestro nombre. Y no
existe la igualdad ni en las cosas más mundanas.
Llevo más de una hora esperando a que llegue
el autobús para volver a casa. Son las tres del medio día y la TMB está en
huelga semanas; pero eso, a los de arriba, poco les importa: no cogen el
autobús. Para empezar, pueden permitirse tener un coche y pagar la gasolina,
aunque suba el precio; y para seguir, con nuestros impuestos pagamos sus coches
oficiales para que les lleven donde gusten. Gestionan un servicio que si quiera
se han molestado en usar mas que algún día suelto en campaña, rodeados de
cámaras, para dar una imagen humilde.
Humilde sería que lo usaran cada día. Deciden en términos económicos y de
rentabilidad sobre servicios que no utilizan; y mientras somos ya quince
personas sentadas en el suelo, en medio de la calle, escuchando rugir nuestros
estómagos. La mayoría, estudiantes y
trabajadores: unos leyendo, otros mirando como chispea; y hasta hay dos señoras mayores cargadas con
bolsas cuchicheando maleficios dirigidos al conductor del autobús.
Como habrán pensado, esto no es ninguna
tragedia. Sólo es un día en el que llegas a casa a hora de merendar, pierdes
tiempo del poco que tienes para estar con la familia, estudiar, hacer la compra
o tomar una caña con los amigos. Lo
trágico es que mientras, desde un despacho o coche oficial, hay alguien que se
ríe porqué además has pagado religiosamente los 150 euros de la tarjeta de
transporte. Y lo peor, es que es normal.
El contexto en el que Marx i Engels escribieron el Manifiesto comunista ha
cambiado, pero el fondo, la base sin maquillar de la sociedad, es la misma. En sus reflexiones podemos leer
que “el poder público es pura y simplemente un consejo que gobierna los
intereses colectivos de la clase burguesa”, que “la existencia de la burguesía,
se ha hecho incompatible con la supervivencia de la sociedad” y que “tiene como
principal objetivo la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos aprovechando el capital
que genera el trabajo asalariado”. Quien piense que esto ha cambiado, que eche
un vistazo a los informes de cómo ha aumentado la riqueza de las mayores
fortunas durante la crisis, mientras el índice de pobreza aumenta más del 20%.
Y si no, que se una con nosotros a la cola del bus. Aún nos queda un buen rato
y podemos hablarlo.
Mónica García
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