jueves, 25 de octubre de 2012

Clase obrera espera bus


Ya no se habla ni de clases sociales ni de lucha. Como si con la social democracia hubiera desaparecido hasta la terminología marxista. Obreros y propietarios de los medios de producción son dos conceptos que ya no se usan en la retórica de nuestro discurso, todavía con secuelas de aquel miedo que sacudió el mundo contra el comunismo. Todavía con la ilusión de que en nuestra democracia, pintamos algo.  La idea de que  han aumentado las clases medias y con ello la igualdad de oportunidades, nos ciega, porque en parte, tiene algo de razón. Sin embargo, las injusticias persisten avaladas por la democracia, con nuestro voto y en nuestro nombre.   Y no existe la igualdad ni en las cosas más mundanas. 

Llevo más de una hora esperando a que llegue el autobús para volver a casa. Son las tres del medio día y la TMB está en huelga semanas; pero eso, a los de arriba, poco les importa: no cogen el autobús. Para empezar, pueden permitirse tener un coche y pagar la gasolina, aunque suba el precio; y para seguir, con nuestros impuestos pagamos sus coches oficiales para que les lleven donde gusten. Gestionan un servicio que si quiera se han molestado en usar mas que algún día suelto en campaña, rodeados de cámaras,  para dar una imagen humilde. Humilde sería que lo usaran cada día. Deciden en términos económicos y de rentabilidad sobre servicios que no utilizan; y mientras somos ya quince personas sentadas en el suelo, en medio de la calle, escuchando rugir nuestros estómagos. La mayoría, estudiantes y  trabajadores: unos leyendo, otros mirando como chispea; y  hasta hay dos señoras mayores cargadas con bolsas cuchicheando maleficios dirigidos al conductor del autobús.

Como habrán pensado, esto no es ninguna tragedia. Sólo es un día en el que llegas a casa a hora de merendar, pierdes tiempo del poco que tienes para estar con la familia, estudiar, hacer la compra o tomar una caña con los amigos.  Lo trágico es que mientras, desde un despacho o coche oficial, hay alguien que se ríe porqué además has pagado religiosamente los 150 euros de la tarjeta de transporte.  Y lo peor, es que es normal. El contexto en el que Marx i Engels escribieron el Manifiesto comunista ha cambiado, pero el fondo, la base sin maquillar de la sociedad,  es la misma. En sus reflexiones podemos leer que “el poder público es pura y simplemente un consejo que gobierna los intereses colectivos de la clase burguesa”, que “la existencia de la burguesía, se ha hecho incompatible con la supervivencia de la sociedad” y que “tiene como principal objetivo la concentración de la riqueza en manos de unos  cuantos individuos aprovechando el capital que genera el trabajo asalariado”. Quien piense que esto ha cambiado, que eche un vistazo a los informes de cómo ha aumentado la riqueza de las mayores fortunas durante la crisis, mientras el índice de pobreza aumenta más del 20%. Y si no, que se una con nosotros a la cola del bus. Aún nos queda un buen rato y podemos hablarlo.  

Mónica García 






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