Era una noche bastante fría y bajo el
cielo turbio y repleto de nubes, bajo la
luna llena y brillante de la noche del viernes santo, sentada en una silla en
las calles de Oliva y rodeada de familiares, intenté ver una procesión. Al
ritmo de tambores como si fuera un ejército, de baladas tristes de corneta, paso
firme y luz tenue; miré la cara de Jesús, representado en varios momentos de su
muerte en cada una de las cofradías, a los brazos de María, sangrando o en la cruz, y pensé en qué pensaría él si levantara la cabeza y viera
que una procesión tan seria se ofrece en su nombre… Gente con capuchas,
descalza ofreciéndole su dolor, portando andas que valen millones y llenando
sus espaldas de moratones en señal de su fé.
Pensé en que pensaría él si viera
que la gente sufre para conseguir un lugar en el cielo, para conseguir su
perdón. Si viera que es ídolo, qué se ha matado en su nombre, y que por él, por
la Iglesia que se ha construido en su honor, hay derechos humanos que no pueden
concederse. Qué diría si viera que su mayor representante en la tierra es un
señor mayor atestado de riqueza en una fortaleza infranqueable, un señor
inaccesible que con tan solo vender su anillo podría alimentar una familia entera durante dos días… qué
pensaría si viera que toman la eucaristía muchos ricos que sólo dan dinero una
vez al año y por Navidad, pero luego miran al pobre con pena por no ser tan
afortunado y dichoso como ellos. Qué pensaría si bajo su nombre se han honrado
guerras, si viera que él no es símbolo de vivir por los demás sino de morir por
ellos… Que el perdón se ha convertido en un modo de permitir que las malas
acciones sean perdonadas con un padre nuestro o una aparición esporádica en una
procesión, que la gente no es buena muchas veces por ayudar al prójimo sino por
miedo y por si acaso en su propio juicio se les manda al infierno…
Que diría a
los que bajo su nombre gastan fortunas en vestimentas y bordados dorados en vez
de dejarlo a merced de un mundo más justo, a los que se inmolan pidiendo perdón
y penitencia, gente que sufre por ser escuchada. Que diría él, que si existió y
fue como los evangelios lo describen, jamás mató a un romano o a miembro alguno
de creencia religiosa divergente de la suya, si abriera los ojos en esta
sociedad actual y viera el odio entre religiones que se batalla, algunas veces,
en su nombre. Si viera que los herejes eran pasto de las llamas y que el
respeto mutuo por un dios distinto es puramente demagógico entre las altas
esferas. Que la Iglesia ha luchado con mentiras, imposiciones y castigos para
no perder sus fieles; y que, encapuchados como van en procesión, la gente
pierde su identidad entre la tela cuando él creía en las personas como tal, sin
escondite, bellas porque vivían, merecedoras de expresión simplemente porque
habían nacido.
Es mucho suponer y no tengo la potestad de
hacerlo, pero si hubiera existido Jesús, no me importa si mesías, virgen, hijo
de Dios o de un carpintero tallista; pero si hubiera existido en algún punto de
la historia y levantara la cabeza, creo que sentiría vergüenza. Pues si volviera un hombre
como él dando discursos sobre que hay que “creer” en ora forma de “ordenar “ el
mundo porque ahora mismo es injusto, que las guerras no sirven de nada y hay
que luchar con la palabra y la humildad y repartir lo que tenemos.. Esa misma
gente que lo apoya en las sociedades occidentales, que le venera con toda su
fé, que le regala flores y le honra con uniformes y trajes caros al son solemne
de cornetas y tambores, esa misma gente que lo asocia con el orden, los buenos
valores y la tradición: pedirían su cabeza en una bandeja de plata, lo tomarían
de loco, temerían su capacidad de revolucionar la clase media o trabajadora, y
cuál romanos modernos, acabarían crucificándolo
en vida encerrándolo por la fuerza en un manicomio o prisión. Y aun así, aún si
eso sucediera, la imagen y el nombre de
Dios serían los mismos que hasta ahora: no vayamos a derribar los pilares de la
Iglesia.
* Esto no es una ofensa a las procesiones ni a las tradiciones católicas. Es una mera reflexión y opinión personal. Las imagenes no son de la procesión de Oliva.
Mónica García
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