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sumimos como propias inercias que heredamos de la sociedad en la que vivimos. Realizamos de manera mecánica acciones de las que ya ni recordamos el motivo por las que las llevamos a cabo; deseo, necesidad, rutina, o lo que es peor ¿Inercia? ¿Somos tan sumamente inconscientes que nos dejamos llevar por lo que nos marcan sin cuestionarnos tan siquiera si es o no beneficioso para nosotros? Lamentablemente la respuesta parece ser sí.
Desde que nacemos adoptamos como nuestras voluntades que lejos de satisfacernos realmente nos sumen en una condena de propia elección, a la que, por otro lado, no dejamos de buscar causante de la misma en responsabilidad ajena. Nos creemos dueños de nosotros mismos, de nuestras decisiones, acciones… Poseemos todo aquello que nos rodea sin plantearnos antes si aquello que se encuentra a nuestro alcance tiene o no ya poseedor o si quiere ser sometido a ese servilismo. ¿Tal vez buscamos con esa posesión un falso bienestar que acalle nuestras verdaderas carencias, esas que no somos capaces ni tan siquiera de reconocer? Nos pasamos la vida buscando aquellos caminos que nos aporten la felicidad y el estado de bienestar tan anhelado por todos, pero ¿nos paramos antes a preguntarnos que nos aporta realmente ese bienestar? y si es así ¿por qué en la mayoría de los casos no somos capaces de luchar por él?
Es muy fácil desear alcanzar la meta de una carrera cuando ni siquiera nos hemos puesto las zapatillas. Pensamos que el inscribirnos en la misma será suficiente para conseguir nuestro trofeo, pero este sea materializado o no, solo es digno de aquellos que persisten en su esfuerzo, por duro que sea el camino que de él nos separa. Lo importante no es la meta si no el camino que te lleva a ella. En la vida puede que cuando llegues al final del trayecto el preciado trofeo haya sido alzado por otro corredor más veloz que tú, pero la velocidad no nos permite ser consciente de la belleza del recorrido y este es un trofeo que nunca nos podrá ser arrebatado. Nos dicen que en la rapidez esta el éxito, como tantas y tantas normas establecidas por la sociedad, la cultura, las tradiciones, la historia… y nosotros nos entregamos a ellas por miedo a ser juzgados por quienes no aceptan lo ajeno a ellos, dicho esto ¿Quién es el perdedor en la carrera, el que no sabe aceptar lo conocido más allá de sus límites, o el que es capaz de renunciar a disfrutar de esta al dejarse arrastras por la corriente que le transporta?
Tal vez si nos planteáramos realmente el por qué de lo que hacemos, descubriríamos que no nos aportan ese bienestar que anhelamos, y que lejos de alcanzar esa libertad, nos encadena bajo unos grilletes que nosotros mismos hemos creado con nuestra ignorancia sobre nuestras verdaderas pasiones, esas que realmente nos acercaran a esa práctica vocacional que solo puede surgir del amor que nos produce el llevar a cabo nuestros sueños.
Bianka S
pues sí, la verdad. a veces la vida moderna es tan competitiva y tan rápida que olvida muchas de las cosas y placeres más importantes. además, genera ganadores, gente que consigue el buen trabajo que buscaba, por ejemplo, que tiene a su alcance todas las ventajas del bienestar y aun así no es feliz...altas tasas de suicidios y adicciones a drogas fuertes
ResponderEliminarbuena reflexion Bianca! :)