¡Niño,mantén cerrada la boca¡…¿Cuántos de nosotros hemos tenido que escuchar en alguna ocasión esta expresión procedente de nuestros padres o tutores durante nuestra infancia? Desde pequeños la sociedad nos silencia ante aquellos temas a los que esta no se quiere enfrentar, por considerarlos incómodos o molestos, generando en nosotros una pauta casi automática de silencio para no ser excluidos del rebaño colectivo. Un miedo al rechazo que se convierte en el máximo sustento de una “ley del silencio,” que se afianza como el pasaporte perfecto para ocultar crímenes como los de abuso sexuales a menores o el incesto. Delitos en los que, aun hoy, parece juzgarse la veracidad de la víctima ante el agresor durante el proceso judicial, y es que cuando el delito ha prescrito ¿Qué valor tiene la palabra de un niño, incluso cuando es adulto?
La mayoría de niños que sufren abusos, ya sea por miedo, vergüenza o negación de la realidad optan por el silencio. Y también porque creen que no les van a creer. Debido a ello, el noventa por ciento de estos casos son ignorados según un reciente estudio de la fundación canadiense Marie-Vicent, autoridad en la materia. Un síntoma común en las víctimas de abuso es el síndrome de la negación, que provoca que la mitad no recuerden haber sido sexualmente explotadas. Este es el principal motivo por el que llegan a trascurrir tantos años desde la fecha del suceso hasta que el niño, ahora adulto, se decide a reclamar una justicia no reflejada en el código penal, gracias a la extinción de la responsabilidad criminal y sus efectos, convirtiéndose su causa de denuncia en toda un lucha de supervivencia.
Uno de los últimos, y más sonados casos de esta ley del silencio ha sido la denuncia de medio millar de víctimas de abusos sexuales por parte de religiosos en Bélgica, donde un informe de la comisión sobre este tipo de denuncias, recoge a lo largo de más de doscientas páginas el testimonio de estas víctimas y su calvario durante los años sesenta y setenta, de las cuales trece, llegaron a quitarse la vida.
Toda una batalla a la que estos “niños”-aunque ahora sean adultos-, tienen que enfrentarse con el agravante de que los delitos sufridos han prescrito, o lo que es peor, ser sometidos a juicio para comprobar la veracidad de su historia, porque pasado un tiempo ¿Qué pruebas pueden presentarse para apoyar la denuncia? Cómo si el hecho de tener una vida marcada por una muerte psicológica como son los abusos no fuera suficiente. Pero claro, se me olvidaba, a la sociedad no le interesa oír hablar de todo lo relacionado con atentados a los pilares de nuestra moral colectiva, y menos cuando entre ellos se encuentran la familia o instituciones tan respetadas como la Iglesia. Es mejor un calla a tiempo que castre la expresión de un niño antes de enfrentarse a la verdad. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que esta ley del silencio continúe siendo el regalo perfecto a quienes osan robar la infancia?
Bianca Segura Ruano
Los que no quieren opinar los que se aprovechan de que los que hablan se llevan la peor parte, esos ganan. El artículo me hace pensar en las familias y en los centros educativos, por estos tiempos que corren el que calla se lleva menos palos el que acata se lleva mejor nota y si alguien habla que hable apoyando lo que el enseñante dice. Esto tiene mucho que ver con la ley del silencio, si hablas, si denuncias te metes en líos...casi todos y todas piensan...mejor callar. Realmente no estamos provocando que el ambiente sea comunicador. No se suele pedir opinión, solo se piden cosas materiales, no se pregunta ¿cómo estás? no se dice - si me necesitas aquí estoy, ¿cómo puede generarse confianza para que un niño o un adolescente hable y quiera hablar?. ¿Cuántas veces le piden los profesores/as opinión a sus alumnos/as?.¿Cuántas veces habla un tutor/a de forma individual con su alumno/a interesándose por saber cómo está o si tiene algún problema?. Mi experiencia personal me dice que los niños y adolescentes cuando "sienten" que te preocupas por cómo están se convierten en un libro abierto es entonces cuando se puede detectar que alugún chico o chica está sufriendo y en algunas ocasiones podría ser abuso de adultos o acoso de iguales, quizá de esta forma se podría evitar que el silencio y el tiempo aumenten el sufrimiento y alimenten la injusticia. Quizá la solución esté en la familia y en la escuela con la herramienta de la comunicación...
ResponderEliminar