Una vida artística, marcada por
la rigidez de una ciudad dominada por la postguerra, y la influencia de París,
la ciudad que le acogió tras su huida de España, son la esencia que se oculta
tras la exposición Pintura, Política, vida de Isidoro Balaguer Sanchis. Una exposición,
comisariada por Francesc P. Moragon, que cuenta con la colaboración de la
Universitat de Valencia, el Ministerio de Cultura y la Fundación Valencianista.
El palacio Joan de valeriola,
ejemplo de casa señorial gótica y sede de la fundación Xirivella Soriano, es el
encargadado de acoger en sus salas esta exposición hasta el próximo 8 de enero.
Un lugar cuya historia se remonta a mediados del siglo XI, donde tras ser declarado en ruinas, se ha convertido en el primer centro de arte privado en
valencia, teniendo como objetivo ser una referencia para el debate cultural y cívico
de la ciudad.
Valenciano de nacimiento, Doro
Balaguer, estudio Bellas Artes en su ciudad natal (1946-52) comenzando así una
carrera pictórica marcada por el momento de la época. Aunque pueda parecer
extraño, esta es la primera exposición de uno de los pintores fundamentales del
grupo Parpallò, quien a sus 80 años por fin ve plasmada su vida a través de sus
obras, 42 en concreto, junto a un documental de 35 minutos de duración
producidos por la UV.
Los estudios clasistas del
momento alejaban a los artistas como Balaguer de las corrientes externas artísticas,
lo que le llevo a buscar referentes no aprobados por su profesorado o la
sociedad en busca de nuevos lenguajes. Esta búsqueda le llevo hasta París (donde llego después de pasar una temporada en Madrid) a la escuela de España allí
situada, abierta a la vanguardia donde los pintores como Doro perfeccionaban sus
artes plásticas. Involucrado en la política (desde el partido comunista) en
repulsa del franquismo y la realidad que se estaba viviendo, Doro encontró en la
abstracción su forma de expresión lejos de lo correcto y el deseable
figurativismo que se imponía en las escuelas. Un lenguaje que quedo plasmada en
una obra en la que encontramos dos etapas claramente diferenciadas.
La primera época (1959-62) del
artista es de gran valor ya que se conservan muy pocas obras. Un viaje a España
le costó su libertad al ser apresado. Al salir de prisión, quedó privado de
pasaporte y de la posibilidad de volver en París, perdiendo así parte de su trabajo
y los materiales que hacían este posible. Esto, unido a la necesidad de ganarse
la vida y de hacerse cargo de la pequeña empresa familiar, se convirtió en el
motivo que le empujo a dejar la pintura en 1964. Parte de las obras de
esta etapa, fueron enviadas de forma clandestina durante la represión
franquista a el museo de Polonia, lugar del cual no pueden salir a día de hoy, y
motivo principal por el que la primera etapa artística de Doro está reflejada
en esta exposición a través de copias. Una etapa caracterizada por el juego de
texturas y pinceladas sin control de colores foscos y sombríos que muestran la
visión del autor y su incertidumbre de aquel tiempo.
Las formas de ruptura con
todo lo académico es algo que vemos también reflejado en unas obras sin título
que encontramos en la segunda planta de El palacio Joan de Valeriola donde
descubrimos la segunda etapa artística del autor. En esta (2006-2011) encontramos
una obra que continua en la misma línea, tras el regreso de Doro a los lienzos, a pesar de los cuarenta años de
diferencia que separan una etapa, de otra. Una forma en la que el pintor reivindica la defensa de su expresión artística, pero con una ligera evolución.
Mientras en la primera etapa encontrábamos unas obras llenas de oscuridad,
vemos que conforme va creciendo el artista, esta da pie al colorido en una metáfora
a la evolución de la sociedad: desde la dictadura a la democracia.
Con esta exposición nos
encontramos ante una oportunidad única de acercarnos a la figura de Doro
Balaguer a través de los pilares que marcaron su vida; la pintura y la política.
Un homenaje en su ciudad en el que tras 80 años de historia le hacen justicia.
Un pintor que tuvo la decisión y la esperanza de vencer un ambiente mortecino y
conservador de una tradición pictórica que había muerto.
Bianca Ruano