viernes, 29 de octubre de 2010

Daniel Pearl, el precio de la verdad

        1 de Febrero de 2002. Daniel Pearl, periodista del Wall Street Journal, es brutalmente asesinado en algún lugar en las afueras de Karachi (Pakistán). Después de nueve días de cautiverio las imágenes de su muerte dan la vuelta al mundo. En ellas se puede ver a Danny leyendo un comunicado de sus captores, mientras que  en su rostro se aprecia la certeza de que en pocos minutos su nombre será uno más en la larga lista de víctimas del terrorismo.
         
     Pocos días antes, concretamente el 23 de enero, Danny se despedía de su mujer Marianne para entrevistar al jeque Mubarak Ali Gilani, clérigo Pakistaní. Su objetivo, el objetivo que le había llevado a Karachi, era el de establecer una relación entre éste último y Richard Reid, también conocido como el terrorista del zapato. Entrevistarse con Gilani era difícil, pocos periodistas lo habían conseguido y Pearl estaba emocionado por poderlo hacer en persona. Sin embargo, la cita con el jeque resultó ser una emboscada y Danny fue capturado por el Movimiento Nacional para la Restauración de la Soberanía Pakistaní y llevado a una choza aislada en las afueras de la ciudad, de donde jamás conseguiría salir con vida. 
         Los secuestradores se apresuraron en alegar que Pearl era un oficial de la CIA y, a cambio de su liberación, pidieron la liberación de varios presos paquistaníes de Guantánamo: "Le damos solo un día más, si Estados Unidos no satisface nuestras demandas mataremos a Daniel. Después de esto el ciclo continuará hasta que ningún periodista estadounidense pueda entrar en Pakistán". Los esfuerzos de la policía por liberar a Danny fueron inútiles. Su muerte fue grabada en directo y el video se esparció por Internet ilustrando la agonía de un hombre cuyo único delito fue luchar por la verdad.
        
Pearl dejó con su muerte a una mujer viuda, unos padres destrozados y a un hijo en camino, Adam, un niño al que jamás conocería. Pero no solo eso. El final de Danny anunció al mundo el inicio de una nueva era para el periodismo de guerra. Ahora más que nunca el miedo por lo sucedido a gente como Daniel amenazaba con acallar las pocas  voces de los reporteros inconformistas. Amenazaba y amenaza aún con acabar con la libertad de expresión y reducir el periodismo a un mero elemento estratégico de propaganda bélica o peor, a silenciarlo.
         
       Vivimos en un mundo donde la función que han de cumplir los periodistas es crucial. Son ellos los que deben prestar la voz a la gente, hacer oír voces que no pueden hablar. Su posición de intermediarios entre distintas realidades les otorga una responsabilidad especial, les convierte en un elemento extremadamente valioso en la sociedad actual.
        
        Y es precisamente por esto por lo que el mundo precisa más Dannies. Es cierto que él nunca supo que iba en busca de la muerte, quizás de haber sabido lo que sucedería no hubiera arriesgado su vida por una columna. Simplemente cayó en una emboscada impredecible, estaba en el lugar erróneo en el momento equivocado. Pero el mundo perdió con Danny a un hombre que, a través de sus célebres middle column del Wall Street Journal, intentaba hacer comprender a los lectores norteamericanos que existen otras culturas y otras maneras de interpretar el mundo.
        
     "Danny irradiaba vitalidad", recuerda su compañero periodista Robert Frank. "En sus destinos siempre estaba dispuesto a adaptarse a las culturas locales. En los restaurantes pedía los platos más raros y se interesaba por los condimentos, estaba al tanto de los chistes que se contaban en la calle y siempre tenía a mano el violín para improvisar una sesión de blues y fusión con cualquier tipo de músico que se cruzase en su camino. Nunca se olvidó de que detrás de las noticias había seres humanos". 



Por Mariola Terol Sánchez

2 comentarios:

  1. sinceramente impresionante. se me han erizado los pelos. No añadiré ningún comentario más porque francamente me dejas sin palabras, de veras.

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  2. La certeza que de verdad tenían sus captores es, que ellos serían implacables y ejecutarían al periodista, mientras que el mundo occidental mantendría con vida pero recluidos a los suyos. Cuando los puntos de vista difieren tanto, es díficil ser equánime. Occidente está reconociendo los derechos a los animales y oriente no lo reconoce todavía para las personas. Miremos atrás y veremos el papel de sus mujeres, por ejemplo.....

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