6 de Noviembre. Hace 19 meses
que empezó el conflicto sirio. Más de 32.000 muertos. Miles de refugiados, de
desaparecidos opositores del régimen. Reuniones diplomáticas, resistencia,
violencia, sed de libertad, sed de poder. 19 meses luchando por un cambio en el país,
intentando que Al Assad abandone, dimita. Y hoy, de nuevo, Rusia insta a los
rebeldes a renunciar a la dimisión del “presidente” si quieren acabar con “el
baño de sangre”. Difícil decisión. El
acuerdo de Ginebra puso sobre la mesa el gran dilema: obligar a los dos bandos
a deponer armas y formar un gobierno de transición. Y si no, la guerra. Lavrov,
el ministro de exteriores ruso, el mayor defensor. Curioso, Rusia es el
principal apoyo diplomático del régimen sirio. El Consejo de Seguridad no apoya
la propuesta, propone incrementar la presión al régimen dictatorial, pero el
veto chino y ruso se lo impiden. Romney
declara en sus debates que él armará a los rebeldes, claro, Estados Unidos no
tiene ningún interés en que gane el dictador, según Chomsky, no le beneficia.
Turquía
podría acogerse al artículo 5 del Tratado de Washington para atacar Siria y
protegerse de los ataques que ha sufrido en su territorio (Akçakale), pero sabe
que no puede hacerlo sola y además el 76% de la población está en contra. Ya
son 96.000 los refugiados sirios en este país, ¡y 20.000 en Jordania! Pero como
eso no le importa a nadie, seguimos: Israel podría romper la tregua después del
incidente de los altos de Golán, pero está vigilado por la ONU. Qatar propone
una intervención militar árabe al estilo del Líbano; Rasmussen afirma que la
OTAN no tiene intención de intervenir militarmente ya que la situación es muy distinta a la de
Libia. Y mientras, todas las miradas apuntan a Brahimi, mediador de la ONU y la
Liga Árabe, del que se espera una solución mágica. Propuso un alto al fuego hace unas semanas durante el Eid Al Adha,
festividad del sacrificio, que fue aceptado pero al final, no tuvo éxito.
Árabes, europeos, estadounidenses,
rusos… La intervención diplomática es, de momento, infructuosa. Mientras el tablero de la geopolítica mundial
permanece en el letargo de sus propias palabras, la guerra civil en Siria ya se
ha convertido en un pulso entre Irán y Arabia Saudí. Militares iraníes apoyan a
Al Assad en terreno sirio (ambos países tienen un acuerdo de defensa mutua), los países del golfo y los saudíes arman a
los rebeldes. Pero ojo, con armas
ligeras, ya que Estados Unidos teme que las más potentes caigan en manos de salafistas
radicales cercanos a Al Qaeda.
Los hechos superan a las
negociaciones. Es necesaria una intervención, pero ¿quién
interviene? ¿y cómo? Los intereses de
los bloques se superponen, como siempre, a cada muerte, a cada “daño colateral”.
Se superponen a las decisiones de verdad, a hablar claro, a unirse, al menos,
por una causa. A intervenir unidos sin pensar en cómo se repartirá luego el
pastel. Actúan como si jugaran a un juego de niños en medio de un cumpleaños,
el de la silla por ejemplo, a ver quién se queda sin ella cuando acabe la
música. A ver quién pierde. El ex ministro
sirio Riad Hiyab, exiliado en Jordania tras declararse contrario al régimen, ha
declarado que Al Assad “tiene que irse, así como todos los dirigentes que
tengan las manos llenas de sangre”. ¿Por qué Rusia, China o Irán no aceptan que
la mayoría siria pide que el dictador se vaya? ¿Si tanto aprecio le tienen,
porqué no se lo llevan a sus corruptos gobiernos? ¿Por qué somos incapaces de
obligar a Al Assad a marcharse, y luego dejar que Siria lleve a cabo la
revolución que nosotros ya vivimos? Se recurre mucho al argumento de que los
sirios no han nombrado a un jefe de la oposición, bueno, ya lo harán. Desde el
exilio, en Doha, Siria se reconstruye. Y eso les toca a ellos. Nosotros, nuestros gobiernos, nuestras
instituciones sólo podemos hacer una cosa: trabajar para que termine la guerra
civil.
No hace falta una intervención
militar, pero Al Assad tiene que irse. Ninguna muerte debe haber sido en vano,
ni ningún asesino andar libre, y menos, gobernar. Y eso tienen que entenderlo
los rusos, los iraníes y los chinos. Y
el Consejo de Seguridad de la ONU, y la OTAN y la liga árabe. Por sus
disputas, por su dialéctica confusa, por la salvaguarda de unos intereses, unos
pactos; está muriendo gente. Gente que empezó manifestándose pacíficamente para
pedir libertad. Como en Túnez, como en Libia; con la esperanza de que la
revolución fuera fructífera. ¿No pueden
dar ejemplo, por una vez, como precedente, unir todas las fuerzas de presión y
obligar a Al Assad a dimitir? ¿Sin que nadie pretenda colgarse el triunfo, “colonizar”
Siria o atacar los intereses de un país concreto? ¿Puede Irán respetar esa
decisión? ¿Puede Rusia apoyarla? ¿Puede la OTAN prometer que no pedirá nada a
cambio? Amnistía Internacional puso en marcha una campaña para que el asunto
pasara al fiscal de la Corte Penal Internacional, se impusiera un embargo
general de armas a Siria y se congelaran los bienes del presidente y sus
colaboradores, ¿por qué no empezamos por ahí antes de poner a más militares de
por medio?
Mónica García
Algunos enlaces para ampliar información: